lunes, 14 de mayo de 2007

Capítulo 2: El nuevo mundo

Cuando desperté no entendía si estaba muerto o había renacido. Tenía un dolor agudo en la base de mi espalda y la cara seca de lágrimas anteriores. Pero la aparición de un enano verde con buenos modales me tranquilizó.
-¿Cómo está usted, estimado joven?
-Muy bien a pesar de que me duele el culo como nunca antes, estoy flotando en la oscuridad y hablando con un enano verde -le respondí.
-Es el riesgo que deben tomar todos los comunicadores, intelectuales e intelectualoides.
-¿Me está diciendo que para que uno sea comunicador, intelectual o estafador, debe ser sodomizado de antemano?
-Y, más o menos.
El enano se transformó en conejo y cambió a color fucsia. Se paró en dos patas, hizo una mueca con sus dos dientes y despareció saltando.
Otra vez me encontré solo en la oscuridad.

viernes, 27 de abril de 2007

Capítulo 1: La puerta.

Tuve que repetir mi nombre cuatro veces delante del portero eléctrico y contar unas cuantas anécdotas familiares a modo de contraseña para que mi abuelo se dignara a apretar un botón e hiciera sonar la chicharra de la puerta del edificio.
Tras asegurarse de que era yo por enésima vez, el anciano exclamó algunas cosas indescifrables –con el acento que se usa para hablar con los bebés, como si ellos entendieran sólo un idioma de infradotados desdentados– y me acarició el pelo con ternura reiteradas veces.
–¿Qué contás, abue? –le pregunté emulando un tono de interés, pero el viejo seguía acariciándome con los ojos vidriosos y el resto de dentadura que no era barrera suficiente para impedir el traspaso de un largo hilo de baba marrón.
Me invitó a sentarme en un sillón del living y me dijo que me iba a hacer un té y que ya volvía. Me puse a observar ese departamento al que no entraba hacía años y vi la puerta, esa que ningún miembro de la familia había atravesado jamás. Al rato volvió con una taza y un libro de un lomo tan grueso como un microondas. Era el álbum familiar que contenía fotos de la caída del Imperio Romano de Occidente, inclusive. Se detenía en aquellas en las que aparecía yo en mi niñez y repetía el mecanismo: largaba una risa-tosido-escupitajo y rasqueteaba las fotos con la uña larga y amarilla del dedo índice.
La verdad era que yo estaba avergonzado y ya me estaban agarrando ganas de irme a la mierda, cuando empecé a sentirme un poco mareado y me surgieron unas puntadas en todo el cuerpo, principalmente en el estómago. Al notarlo, el abuelo me recomendó que me acostara en el suelo y yo, embobado como estaba, accedí. Se me fueron cerrando los ojos y lo último que alcancé a ver fue la cara de preocupación del viejo y lo que le quedaba de dentadura.

jueves, 26 de abril de 2007

Próblogo

En este coso voy a "publicar" una serie de relatos incoherentes. El que quiera criticar, hágalo sin miedo, total no le va a pasar nada, ni le va a entrar un virus ni le van a violar a la abuela en Carrefour al día siguiente. El que quiera elogiar, lea dos veces lo que he publicado.